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martes, 20 de diciembre de 2016

Del Neolítico a la Antigüedad

PREHISTORIA 

            En orden cronológico, comenzamos a mencionar los rasgos que conforman la etapa neolítica. Así, podemos ver la evolución sufrida por los grupos nómadas cazadores y recolectores con el resultado de poblaciones sedentarias agrícolas y ganaderas. A su vez, esto conlleva una gran acumulación de conocimientos sobre el ecosistema que les rodea y su utilización a nivel farmacológico, siendo una herencia de sus antepasados. 
            Dentro de su evolución, hay un culto básico en el ciclo vida/muerte  que acaba siendo la base de los cultos en la Antigüedad.

La revolución del Neolítico
            Con el cultivo de los cereales aparece una mitología que habla de la aceptación de los ciclos vida/muerte, aparición/desaparición, relacionada con la investigación de los recién estrenados cultivos.
            La agricultura modifica los valores del cazador paleolítico, tomando gran importancia la transformación de zoolatría en culto a la fecundidad. El conseguir desarrollar la agricultura requiere una acumulación de enormes conocimientos prácticos lo que conlleva a pensar que en esta época se empezó a acumular conocimientos farmacológicos complejos.
            Para muchos cultivadores, las plantas nacen de una divinidad inmolada, y quien las come se alimenta con su sustancia a la vez que renueva un crimen. Para otros cultivadores, los cereales eran guardados celosamente por los dioses, y según ciertas tradiciones fueron robados para el hombre.
            En estos momentos, encontramos una relación entre la genealogía de las plantas con  el principal mito cosmogónico sumerio, el de Enki y Ninhursag. Se trata de una historia sobre el paraíso y su perdida, cuando Enki, señor de la tierra, decide conocer el “corazón de las plantas” para determinar su destino, probándolas una a una. Esto acarrea la maldición de la diosa Ninhursag quien decide «no mirarle con el ojo de la vida». Una vez aplacada, Ninhursag hace nacer a una diosa de los brebajes, apodada como Ninkasi, la cual, cura al debilitado Enki.
            El mito constituye el germen del posterior relato bíblico sobre el árbol del Edén. Enki ultraja a Ninhursag probando los diversos frutos, tal como Adán y Eva ultrajan a Yahvéh comiendo la manzana prohibida.
            Hay una gran controversia respecto al tema, habiéndose sugerido que todas aquellas culturas que describen en su mitología algún tipo de paraíso es debido a que provienen de experiencias primitivas con fármacos visionarios
            Algunos fármacos visionarios descubiertos contienen alcaloides indólicos. Una excepción a la regla es el cáñamo, cuyo principio activo no contiene nitrógeno y no es, por tanto, un alcaloide. Lo habitual es considerar que sus formas más comunes, la marihuana y el haschisch, son visionarios «menores”.
            El médico A. Bennet consideró que el fruto del árbol edénico fue una planta «psiquedélica»,  en cambio otros como Graves, sostenía que en el origen, estas "visiones" eran producto de una droga alucinógena que causaba visiones paradisíacas y proporcionaba algo descrito como sabiduría perfecta, lo que se identifica con el pardess hebreo, el paridaeza persa, el dilmun sumerio, el paradeisos griego y los edenes americanos y polinesios los cuales guardan una esencial semejanza, especialmente marcada cuando se trata de áreas donde se verifica un consumo de setas visionarias.
            Para Graves, se trata de una visión habitual en quienes experimentan con hongos psilocibios o amanita muscaria. Asimismo, Algunos trabajos apuntan al descubrimiento de los hongos psilocibios como una etapa decisiva en la evolución espiritual humana.
            La etnobotánica, disciplina cuyo objeto serían las conexiones entre la flora psicoactiva de las diversas áreas geográficas y sus respectivas culturas, ha proporcionado multitud de datos que muestran una correlación genérica de ciertos psicofármacos con la vida del cazador y el recolector (ligada o no a una economía de pastoreo), y de ciertos otros con grupos agrícolas y urbanos donde ese tipo de individualidad ha dado paso a estructuras centralizadas.
            El cultivo o la mera recolección sistemática de las plantas produce en ellas grandes  transformaciones, tanto morfológicas como químicas; en consecuencia cabe preguntarse si la flora psicoactiva condicionó a las sociedades, o son las sociedades quienes condicionaron esa flora

La América precolombina.

            Los moradores de la actual América del Norte no desarrollaron Estado alguno en la era precolombina, y lo mismo puede decirse de los grupos que habitan las enormes cuencas del Amazonas, el Orinoco y el Paraná. No han abandonado el estatuto de pueblos recolectores y cazadores, nómadas fundamentalmente, y como su pasado es imposible de reconstruir será mejor hablar de ellos al examinar la época contemporánea.
A grandes rasgos, lo característico de América son dos factores. El primero es una gran riqueza  de flora psicoactiva, ante todo estimulantes y plantas que contienen fenetilaminas y alcaloides indólicos.
            El segundo es la vinculación de su consumo con cultos religiosos, tanto al nivel de grandes civilizaciones como de pequeñas comunidades aisladas. Se diría que el chamanismo eurasiático, vinculado a la amanita muscaria, halló una variedad de sustancias inconcebible en climas más fríos, y que se adaptó a ella desde el comienzo.

-          La civilización andina

            Las  excavaciones hechas en Ecuador hace poco muestran que la experiencia humana con el arbusto del cocaína tiene como mínimo cinco milenios de antigüedad. No obstante, los testimonios «civilizados», más antiguos sobre el uso de fármacos psicoactivos en estos territorios se vinculan a la cultura chavín, cuyo florecimiento acontece hacia el siglo X a.C.

-          Los incas y la coca

            El uso de esta planta es anterior en muchos milenios al Imperio incaico. Al parecer, la palabra «coca» deriva de la lengua aymara y significa simplemente «planta» o «árbol».
            Existes algunas leyendas acerca de su origen. Por un lado, para los indios yunga, fue este arbusto lo que les permitió vencer a un dios maligno. Sin embargo, por otra parte, para la tradición incaica fue Manco Cápac quien otorgó la bendición de "Mama Coca" a una humanidad abrumada, para hacerla capaz de soportar el hambre y las fatigas.
            Usar liberalmente la cocaína era un privilegio de la oligarquía, concediéndose como gracioso favor a soldados, campesinos y mensajeros. Mascar sin autorización constituía un crimen de lesa majestad.
            Las muestras escultóricas más antiguas del consumo de cocaína provienen del siglo III a.C. Son estatuillas encontradas en las costas de Ecuador y Perú, donde aparece un rostro con las mejillas hinchadas por el «bocado» o «cocada».
            El efecto provocado por las hojas de cocaína no se corresponde ni con las finalidades de la hechicería de posesión ni con las metas de la visionaria, lo cual significa que su carácter enteogénico debe entenderse como algo meramente formal, simbólico. Si su uso hubiese desbordado el campo de lo terapéutico y recreativo habría motivado una inmediata acusación de «idolatría».

-          Otros estimulantes Americanos

            Toda América es también rica en drogas semejantes a las hojas de coca, aunque los documentos sobre ellas no sean previos a la colonización. Su alcaloide principal suele ser la cafeína, que en pequeñas cantidades produce el efecto característico del mascador peruano o boliviano de cocaína; suprime el apetito, reduce la fatiga y proporciona una sensación de vigilia incrementada.
            Las plantas principales que contienen derivados cafeínicos son el mate o hierba mate, que crece en territorios que hoy cubren el sudoeste de Brasil y prácticamente todo el Paraguay. Su concentración de cafeína es levemente inferior por término medio a la del café.
            También el guaraná o pasta de guaraná brota en una vasta zona que comprende los afluentes meridionales del Amazonas y posee una concentración de cafeína notablemente superior, que en las mejores variedades casi la triplica.

            Por último, cabe mencionar el grano de cacao o cacaolatl, cuyo cultivo parece originario de México. Su concentración de cafeína es levemente inferior por término medio a la del café.


ANTIGÜEDAD

Mesopotamia
            Los primeros datos sobre fármacos psicoactivos se encuentran en Asia Menor. En el caso de Mesopotamia encontramos numerosas manifestaciones de este consumo presentes en diferentes ámbitos.
            La primera droga que llega al registro escrito es el opio. En las tablillas cuneiformes descubiertas en Uruk, se representa la adormidera mediante dos signos, el segundo de los cuales significa también  «júbilo», «gozar». Otras tablillas sumerias mencionan la cerveza como remedio a determinados malestares. Otro ejemplo es el Código de Hammurabi, el cual contiene algunos preceptos sobre «casas de bebida» o tabernas que muestran la importancia y difusión de los vinos en esa época.
            Las daturas y la mandrágora llegan al registro escrito con los babilonios igualmente. Los datos botánicos indican que hay cáñamo en toda esta región, aunque hará falta esperar al dominio asirio  para que la planta aparezca mencionada, concretamente como incienso ceremonial.
            Sabemos también que la medicina babilónica no sólo usaba habitualmente opio, mandrágora, cáñamo, cerveza y vino, sino sustancias de gran actividad como el eléboro negro y otros venenos. Las plantaciones de adormidera en Mesopotamia son antiquísimas, de al menos cuatro milenios contando a partir del momento actual, lo que explica el alto contenido en morfina del opio mesopotámico hoy, y su arraigo en lo que actualmente son territorios comprendidos entre las fronteras de Irak, Irán y Turquía.

Egipto

            Los conocimientos farmacológicos egipcios no han tenido hasta tiempos recientes un nivel de desarrollo equiparable en cuanto al conocimiento de las plantas del entorno. Contaban con una amplia gama de drogas, evidenciadas tras las investigaciones realizadas por H. Grapow y H. Von Deines, quienes aislaron más de 700 nombres de fármacos distintos en los papiros descubiertos.
            Sin embargo, apenas podemos identificar unas pocas especies de plantas y mezclas allí mencionadas, porque la farmacología no es, como otras ramas terapéuticas, algo que pueda traducirse sin una experiencia inmediata partiendo de las fuentes disponibles.
            Admitido esto, nos queda reconocer precisamente las más elementales, que son el opio, algunas bebidas alcohólicas, cáñamo y solanáceas. También muy antiguo es el kyphy, un incienso ceremonial de posible psicoactividad, entre cuyos ingredientes hay una «resina», probablemente
de cáñamo, empleada en el vino resinado que mencionarán mucho después Demócrito y Galeno.

-          El opio y el vino

            La adormidera, llamada «planta spen», es utilizada en cocimientos simples como analgésico y tranquilizante. Se propone para una gran cantidad de trastornos, incluso para los dolores de la dentición infantil y, en general, para «impedir que los niños griten fuerte».
            Llamado «tebaico», y atestiguado desde el Primer Imperio, el opio egipcio es símbolo de calidad en todo el Mediterráneo, siendo objeto de numerosas falsificaciones que denunciarán Dioscórides, Plinio y otros.
            Considerando el extraordinario florecimiento de la farmacología en Egipto, no es descartable un específico todavía más potente que el opio, que produjera rápidos y duraderos efectos del tipo
hoy denominado neuroléptico («sujeta nervios»).
            Por lo que respecta al uso de bebidas alcohólicas en Egipto, nos encontramos con algo semejante a lo ya mencionado de la civilización sumeria y el imperio babilónico. Desde el siglo XVIII al XVII a.C., los tratamientos de sus médicos contienen cerveza o vino en el 15 por 100 de los casos.
            Existen ciertas menciones en las que se le atribuye una degradación o perdición a las bebidas alcohólicas. Sin embargo, los demás fármacos son invariablemente medicinas, sujetas a un régimen de automedicación o a usos suntuarios. En las tierras donde por vez primera comienza a cultivarse sistemáticamente, se considera una bendición que se usa desde la infancia sin suscitar problema alguno de salud o moralidad pública.
            Asimismo, es también una bendición económica, ya que los opios egipcios y mesopotámicos serán uno de los productos económicos básicos para estas civilizaciones.
            Merece observarse, por último, que si bien otros fármacos, como el kyphy y la mandrágora, presentan ciertas connotaciones mítico-rituales, el opio constituye una droga laica que se emplea en contextos profanos.

Grecia

            En la Grecia clásica también encontramos ejemplos de la utilización y aplicación de fármacos y otras sustancias. A nivel histórico, Teofrasto nos proporciona  una lista de expertos en la materia, conocidos como «farmacópolos» o vendedores, y «farmacopoios» o fabricantes, que vivían como terapeutas fijos o viajeros gracias a tales productos.
            En su Historia de las plantas, primer tratado de botánica propiamente dicha, comenta que «casi todos los lugares participan en la producción de drogas, pero difieren en la medida, pues las regiones del norte y el sur poseen hierbas de maravillosa virtud» .
            Según Teofrasto las virtudes de las drogas van haciéndose más débiles para quienes se acostumbran a ellas, hasta hacerse completamente ineficaces en algunos casos. Además parece que algunas drogas son tóxicas debido a la falta de costumbre, ya que en muchos casos dejan de ser tóxicas cuando la constitución las ha aceptado y prevalece sobre ellas, como observó Trasias, a quién se le atribuye el descubrimiento de un eutanásico dulce, capaz de provocar una muerte fácil y no dolorosa.
            Por lo que respecta a la medicina general, la medicina científica nace cuando ciertos sanadores deciden prescindir absolutamente de técnicas mágico-religiosas para "transferir el mal" de alguien a otro individuo. Junto a esa enseñanza, la medicina hipocrática ofrece una diversidad de técnicas y un sistema teórico de criterios para el diagnóstico y tratamiento.
            Se dejan de lado supersticiones, mitos y dioses como causa de enfermedad y curación apareciendo en su lugar procesos físico-naturales abordables por medios análogos. La enfermedad sigue siendo una forma de impureza, pero los medios de conseguir su purga ya no tienen nada de proyectivo; al contrario, se integran dentro de un programa para la utilización de tal o cual phármakon.

-          El concepto de droga.

            Para el Corpus hipocrático, «son drogas las sustancias que actúan enfriando, calentando, secando, humedeciendo, contrayendo y relajando, o haciendo dormir». Al mismo tiempo, drogas son también los filtros de las hechiceras, así como el conjunto de la materia médica vegetal.
            Leyendo con atención a Teofrasto se percibe que el origen de este concepto proviene de las insuficiencias detectadas en la idea de la planta todabuena (panákeia) y la planta todamala (strychnos).
            Hay que tener presente que "pharmakon" significa remedio y tóxico; no una cosa u otra, sino las dos. Los griegos consideraban que ciertas sustancias participaban de ambos estatutos, por lo cual no cabía considerarlas sólo benignas o sólo dañinas ya que la toxicidad de un fármaco es la proporción concreta entre dosis activa y dosis letal. Se trata de un concepto preciso y profundo, totalmente científico en su planteamiento, que no presenta rastro de prejuicios localistas.

-          Los principales fármacos griegos

            Como ocurre con gran parte de la farmacopea antigua, muchas plantas y nombres de drogas no resultan identificables, unas veces porque su descripción botánica es insuficiente, otras porque ni siquiera aparece esbozada, y otras aún porque interviene una reserva sobre recetas artesanales, frecuente entre farmacópolos y médicos en sentido más amplio.
            Aparte del opio, las cervezas y los vinos, sabemos con certeza que los griegos conocieron y usaron el cáñamo, el beleño y la mandrágora, a veces mediante sahumerios o inciensos.
            Aunque en la Antigüedad la costumbre de usar pipas sólo parece muy extendida entre los celtas, el procedimiento de poner droga sobre brasas y piedras calentadas era especialmente apropiado para templos y reuniones multitudinarias.
            Se cuenta también que los griegos bebían una cocción de cáñamo con vino y mirra, el vino resinado, para animar reuniones sociales privadas. Las solanáceas se empleaban con distintos propósitos, desde el envenenamiento a la disposición jovial, y también como analgésicos y somníferos, aunque siempre se consideraron fármacos de administración delicada.
            Por último, debe observarse que los griegos percibieron la peculiar riqueza del ergot o cornezuelo en su territorio. Investigaciones botánicas recientes han demostrado que el área continental griega contiene la variedad menos tóxica de ese hongo conocida en el planeta, y entra dentro de lo probable que algunos farmacópolos los utilizaran para obtener drogas de gran actividad.
            Con todo, ninguna de estas drogas llegó a adquirir una popularidad comparable al opio y el vino en el mundo griego.

-          El uso médico de la sustancia

            La principal institución terapéutica de la Grecia arcaica son los templos de Asclepio, atendidos por médicos sacerdotes. En el santuario de Asclepio en Epidauro, la primera medida al ingresar al paciente era recluirlo en una celda y provocarle la incubatio o «sueño templario».
            Aunque en Epidauro sólo esté atestiguada la farmacopea para afecciones de la vista y cirugía, donde los griegos empleaban casi siempre opio, es asunto discutido si en la incubatio intervenían psicofármacos.
            En un terreno ya no hipotético, el uso terapéutico de las variedades blanca y negra de adormidera aparece por primera vez en el tratado hipocrático. El latino opium, nace de ese tratado concretamente, donde se menciona el opos («jugo») de adormidera como lo indicado a tales fines. En dicho tratado, y en Predicciones I, Hipócrates (o su discípulo) clasifica la droga como hipnótico y sedante, junto al beleño y a la mandrágora.
            El uso sistemático del opio para finalidades distintas de la histeria y cirugía parece comenzar en el siglo III a.C., con la secta de los «empíricos». Los empíricos tenían un gran interés por toda clase de plantas psicoactivas, tanto con fines terapéuticos como «voluptuosos».

-          La idea de un antídoto universal

            El manejo de esta droga junto a los conocimientos farmacológicos derivados de la experiencia clínica con ella es el origen de la tradición triacal y los primeros tratados occidentales de toxicología.
            El jugo de adormidera es el prototipo de los alexiphármaka o medicinas «protectoras» en un sentido que mucho más tarde hará a Paracelso llamarlas «heroicas». Pueden «refrigerar» el organismo hasta el punto de hacerlo sucumbir, y debido a ello sirven para hacer frente a casi cualquier forma de «calor» excesivo.
            El opio constituyó para los griegos el ejemplo perfecto del phármakon laico, equidistante por igual de la panacea y el simple veneno. Lo emplean todas las escuelas médicas y, a partir del ocaso político de Atenas, es el medicamento más estudiado en la cuenca mediterránea.
            Durante un período de cinco siglos, que van desde su primera mención como tratamiento para «males del cerebro» en Herodoto hasta las investigaciones de Mitrídates el Grande, no existe una sola mención a personas esclavizadas o embrutecidas por su uso.
            Tampoco hay mención alguna a trastornos sociales relacionados con ello. Absolutamente nadie piensa que alguien se degrada o amenaza el orden civil administrándose opio o administrándoselo a otros, si ellos así lo saben y consienten.

-          Los fármacos enteogénicos

            Este apacible uso del opio no significa que Grecia desconozca la problemática de una «toxicomanía» generalizada, ni que su cultura sea ajena al fondo del litigio planteado por la presencia de drogas social e individualmente peligrosas.
            Los ritos orgiásticos de Baco-Dioniso eran en Atenas y las ciudades de la liga délfica un culto no ya autorizado sino oficial, que cada año abarcaba varias semanas de fiestas públicas. Dioniso era un dios planta, culto transicional entre lo arcaico y lo civilizado, cuya consolidación no podía eludir problemas con las exigencias civilizadoras
            En el siglo V a.C. se oficilializa y ritualiza sus «Misterios». Eurípides narra en forma de parábola las vicisitudes que acompañan la aparición, persecución y triunfo final del vino, «ese phármakon único para inducir el sueño y el olvido de las penas cotidianas, que se vierte en libación para los dieses y es en sí un dios».
            Su tratamiento entrelaza con fluidez una cuestión teológica, un hecho histórico como la difusión comercial de alcoholes no destilados y el complejo cuadro de motivos y contramotivos que evoca cualquier «ley seca».
            Asimismo en los diferentes santuarios se utilizan ciertas sustancia para alcanzar un estado que permitiese establecer un vínculo o contacto con los dioses. Un ejemplo de ello es el santuario de Delfos, símbolo de la unidad helénica. El templo era una caverna en cuyo interior se encontraba una hendidura desde la cual emanaban, según los cronistas antiguos, vapores con virtudes embriagadoras. 
            Apoyándose en que estoicos y peripatéticos atribuyeron el enthóusiasmos de la pitia a esos vapores, los eruditos del XIX solían hablar aquí de solanáceas o de cáñamo. Pero al comenzar la actitud contemporánea respecto de las drogas esa opinión fue haciéndose menos frecuente. Además se ha comprobado que en Delfos actualmente no hay vapores, ni aparentemente grieta alguna por donde pudieran haber salido.
            Haya o no vapores hoy, la pitia dictaba su oráculo en trance extático, tras una preparación de la cual se sabe que no solo implicaba sentarse sobre la hendidura y mascar hojas de laurel, sino fumigaciones de algunas plantas y beber el agua de cierta fuente.
            Reconociendo nuestra ignorancia sobre los detalles de su preparación, queda en pie que tanto Platón como Aristóteles hablan de un «delirio» en la pitia, mientras los estoicos y Plutarco insisten en un enthousiasmós.. M. Eliade sugiere que todo el rito (así como las figuras de Apolo y Orfeo, su apóstol) está cargado de «ecos chamánicos».
            El trance de la pitia  puede explicarse por autosugestión y artes mágicas, de acuerdo con la fe espiritista, o por razones más materiales y prosaicas como el uso de algunos fármacos.

-          Misterios de Eleusis

            Los misterios de Eleusis eran ritos de iniciación anuales al culto a las diosas Deméter y Perséfone que se celebraban en la ciudad de Eleusis, cerca de Atenas, en la antigua Grecia. De todos los ritos celebrados en la antigüedad, estos eran considerados los de mayor importancia, llegando a extenderse porsteriormente al Imperio romano. Los ritos, así como las adoraciones y creencias del culto, eran guardados en secreto, así como sus ritos de iniciación.
            Algunos investigadores creen que el poder de los misterios eleusinos procedía de la función del kykeon como agente psicodélico, teoría extensamente argumentada en la obra "El camino a Eleusis", de R. Gordon Wasson,  Albert Hofmann y Carl A. P. Ruck.
            El trigo y la cebada podrían haber sido parasitados por el hongo claviceps purpurea, cuya  resistencia al hongo se conoce como cornezuelo. Del cornezuelo se pueden aislar un conjunto de metabolitos como la amida de ácido D-lisérgico (LSA), un precursor de la dietilamida del ácido lisérgico (LSD).
            Es, por lo tanto, posible que los iniciantes, sensibilizados por su ayuno y preparados por las ceremonias precedentes, fueran elevados por los efectos de una potente poción psicoactiva a estados mentales revelatorios con profundas ramificaciones espirituales e intelectuales.
            Esta teoría sigue siendo controvertida, pues preparaciones de kykeon hechas a partir de cebada parasitada por cornezuelo han arrojado resultados no concluyentes. Terence McKenna ha propuesto que los misterios giraban en torno a una variedad de hongos psilocíbicos, aunque parece haber pocas evidencias a favor de esta teoría.
            También se han sugerido algunos agentes enteogénicos más, como la salvia y las amanitas, pero todas estas teorías carecen de pruebas consistentes.

Roma

            El consumo en este momento es tolerado mientras no interfiriese en la sagrada auctoritas  el criterio romano sobre drogas se calca del griego. Su actitud aparece ejemplarmente descrita en la Lex Cornelia, cuyo único precepto genérico sobre sustancias modificadoras del ánimo estuvo vigente desde tiempos republicanos hasta la decadencia del imperio sostiene que droga es una palabra indiferente, donde cabe tanto lo que sirve para matar como lo que sirve para curar, y los filtros de amor, pero esta ley sólo reprueba lo usado para matar a alguien.
            Por Galeno sabemos que no era infrecuente ofrecer flores de cáñamo hembra (marihuana) en reuniones sociales, costumbre aprendida de la sociedad ateniense o quizá de los celtas.
        Relacionado con drogas aparece también un edicto de Alejandro Severo, que como consecuencia de algunas intoxicaciones prohíbe usar manzanas espinosas (una datura) y polvo de cantáridas o mosca española en casas de lenocinio napolitanas. Sin embargo, las plantas fundamentales con mucho en Roma son la vid y la adormidera.
        En el arte mediterráneo antiguo la adormidera constituye un símbolo del sueño  más concretamente, del sueño reparador. Virgilio, por ejemplo, habla de «cápsulas impregnadas por el sueño del olvido».
            Somnus aparece casi siempre representado en forma de un ser antropomórfico y barbudo, que se inclina hacia el  durmiente y escancia sobre sus párpados jugo de adormidera desde un cuerno como los empleados para beber. La imagen se hizo tan habitual que el recipiente llegó a llamarse en lo sucesivo «cuerno de opio», fuese o no usado con tales fines.
            Por lo que respecta a los emperadores, una alta proporción consumía generosamente este fármaco, tanto en forma independiente como en triacas. De las diversas dinastías imperiales, la más volcada hacia el uso del opio parece haber sido la de los Antoninos (Adriano, Trajano, Marco Aurelio y Antonino Pío).
            Los primeros análisis sistemáticos de botánica terapéutica corresponden a Dioscórides de Anazarbia, un griego que fue cirujano militar en tiempos de Nerón, cuya Materia médica constituye el tratado farmacológico más notable e influyente de los tiempos antiguos.
            Naturalmente, su tratado menciona muchas veces el opio, enumerando variedades, modos de preparación y virtudes. Reconociendo desde luego su toxicidad, la consagración terapéutica del fármaco acontece con Claudio Galeno.
          Galeno concibe el jugo de adormidera como paradigma vegetal del fármaco, algo mágicamente activo que constituye de modo inseparable veneno y remedio; sin que quepa explicar paso a paso por qué (eso es lo «mágico» del opio), se trata de una sustancia que cura y que mata. Ningún otro fármaco posee una potencia soporífera o analgésica comparable, y justamente eso hace de él un recurso para múltiples terapias.
            Como en las descripciones farmacológicas griegas, llama la atención en las romanas una total falta de referencia a fenómenos adictivos. Ni Dioscórides ni Galeno ni médico alguno mencionan que el opio produzca un acostumbramiento indeseado, con la necesidad de emplear dosis cada vez mayores para conseguir el mismo efecto, y la amenaza de graves síntomas abstinenciales en otro caso. Al contrario, reina el mismo criterio griego de ir tomando el fármaco poco a poco, hasta conseguir una «familiaridad» que evite el peligro de intoxicaciones agudas.
            De esta regla no se excluyen tampoco los detractores, que no se oponen al opio por adictivo sino por demasiado tóxico, considerándolo inútil en la cura de ciertos trastornos específicos.
            Es evidente que para los romanos el hábito de consumir esa droga no se distinguía del hábito de comer ciertos alimentos, hacer ciertos ejercicios corporales o acostarse y levantarse a alguna hora determinada.
            Los consumidores saben a qué atenerse, y el derecho estima que sólo necesitan ser defendidos de falsificaciones, como en cualquier otro producto comercializado. Así se entiende que en la cultura grecorromana su consumo no produjera el menor indicio de problemas individuales o colectivos.
            Aunque numerosos, los opiófagos son totalmente desconocidos como categoría clínica o social. Además, cabe resaltar que en la difusión del fármaco no sólo cuentan su uso y aplicaciones prácticas entre quienes desean vivir, sino como sustancia que ayuda a abandonar ese deseo. Más que un derecho inalienable, la eutanasia constituye un deber ético del enfermo y de quienes le rodean.
            Por ultimo, la situación del mercado romano contaba con una fuerte demanda de variedad de especies y diversos procedimientos de elaboración, que hicieron que junto a la adormidera doméstica, floreciese un comercio de opio egipcio («tebaico») y mesopotámico, exportado básicamente desde Alejandría, que todos los expertos en botánica medicinal denuncian como fuente de falsificaciones.
            Su demanda excedía con mucho la oferta por lo que a la pluralidad de puntos de venta y al gran número de usuarios se añadía, además, el hecho de ser una mercancía de precio controlado, con la cual los emperadores no permitían especular.
            Esto se debía probablemente a razones humanitarias, ya que una brusca subida de los precios dejaría a parte considerable de los ciudadanos sin recursos para adquirir un bien considerado de primera necesidad, como la harina o la lana.
            La política de control pudo deberse también al propósito de evitar una seria fuga de capitales hacia Asia Menor, donde se encontraban las mayores plantaciones y el producto más estimado. Sin embargo, gran parte de Asia Menor era romana, y la legalidad del producto permitía un saneado impuesto sobre las ventas. A mediados del siglo I Plinio el Viejo, que suele mencionar los precios de todas las drogas caras, no hace ninguna referencia a tal cosa en relación con el opio.
             El opio se consideraba existencia mínima en el hogar de cualquier ciudadano. En el año 312, por ejemplo, un censo fiscal hecho para la urbe indica que hay 793 tiendas dedicadas a la venta del producto, cuyo volumen total de negocio proporciona un 15 por 100 de la recaudación tributaria global.
            Podría ser oportuno aquí manejar un principio de economía aplicable a cualquier otro campo. Allí donde un comportamiento o ánimo pueda ser inducido en mayor o menor medida por una droga no difícil de obtener (y especialmente si resulta indetectable para sus receptores), la droga se empleará por regla general.
            El criterio vale para la vida civil, pero muy especialmente para todo lo vinculado con artes mágicas y ritos religiosos, donde cualquier signo de poderes sobrenaturales resulta capitalizable. Una consecuencia inmediata de este principio es que no sólo tenderá a emplearse cualquier droga «disparadora» de lo pretendido en última instancia, sino que tenderá a crearse una reserva en torno a los modos de producirla y prepararla, cuya meta es sencillamente el monopolio.
            En cuanto al ámbito religioso, las religiones mistéricas se extienden desde Grecia hacia la totalidad del Imperio romano. Durante la época imperial romana ocurrió un fenómeno de sincretismo religioso entre los cultos latinos y los de divinidades procedentes de África y Oriente.
            Los éxtasis programables que suceden con ocasión de las ceremonias iniciáticas pueden deberse a una credulidad apoyada sobre hipnósis de masas y factores paranormales, o bien ser algo potenciado por sustancias químicas que reconocidamente sirven para excitar la credulidad misma.
            No una sino muchas drogas distintas pudieron usarse como coadyuvantes en los Misterios helenísticos.  En cuanto al uso de «alucinógenos», si la expresión no se emplea en sentido genérico sino técnico parece  más plausible cuanto más se orienten esos rituales a lo irracional (frenesíes danzantes, sacrificios sangrientos, flagelaciones, automutilación, etc.). Para las iniciaciones próximas al modelo eleusino serían más adecuados fármacos visionarios.

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